A menudo me pregunto si fue buena idea haber ido a probar los tan famosos hongos alucinógenos. Sin duda fue una experiencia muy interesante, más allá e lo que suele comentarse. Sin embargo, jamás imaginé que las secuelas llegaran a tan aterradores límites.

El viaje suele ser lo menos desagradable del viaje, pero esta vez el clima era insoportable. Para mi desgracia el viaje fue en mayo, que aunque aún es primavera se siente como el peor de los veranos en tierras oaxaqueñas. En las ciudades grandes el calor no es siquiera comparable. El clima es acompañado por una especie de humedad (bochorno lo llaman los locales) aunque a decir de los pobladores, ese año era fresco comparado con el anterior.

Cuando al fin llegué a la ciudad de Huautla de Jiménez nunca imaginé lo que estaba por ocurrir. El júbilo y la emoción de los extranjeros es bastante contagiosa, y los lugareños son tan hospitalarios que inmediatamente me sentí bienvenido. Ese mismo día, al atardecer, comenzaron los rituales. La mayor parte de los visitantes optan por ingerir algún tipo de enervantes (el alcohol y la marihuana son los preferidos) en lugar de los famosísimos hongos. Inmediatamente busqué un chamán para conocer el proceso a seguir.

Pronto encontré a un personaje singular, ataviado con un sarape de colores increíbles: rojos, azules y verdes combinados en diseños asombrosos. El joven, cuyo apellido resultó imposible de pronunciar, pero a quien después llamé simplemente Sr. Tuk, prometió ser mi guía a través de la mejor experiencia espiritual de mi vida, y además cuidaría de mí en el ignoto trayecto por comenzar.

Pronto comenzaron las preguntas. Estaba listo, pues no a cualquiera le es permitido ingerir cierto tipo de hongos, así que contesté de todo: propósitos, creencias, y procedencia. Con la formación y curiosidad científica de un físico, más la firme convicción en la existencia de dimensiones imperceptibles para la mente ordinaria (temas que a veces rayan en la ficción) y una rara creencia en lo sobrenatural y lo oculto, mi interés claramente excedía el de la diversión y la experimentación.

El Sr. Tuk pronto comenzó a charlar conmigo. Después de un rato, la plática se tornó productiva y se me fue revelada la existencia de una clase de hongos, aquellos que al ser mezclados con hierbas ancestrales llevan al hombre a un viaje por el espacio-tiempo, e incluso a establecer "contacto" con seres superiores con conocimientos matemáticos y biológicos muy por encima de los humanos. Me preguntó si sacrificaría mi cordura por dicho conocimiento, tal como la bruja María Sabina lo había hecho. Me tomaron por sorpresa, y sólo alcancé a decir "Tal vez". Primer error. Mi chamán me dijo que me daría toda la noche para pensarlo, y mientras tanto me ofreció un viaje a una especie de grutas antiguas, ocultas a los visitantes e incluso a la mayoría de los lugareños, pues sobre ellas versan leyendas extrañas y hasta cierto punto malignas, pero donde está impresa la más ancestral sabiduría.

Por supuesto que acepté, incluso si se trataba de un fraude, el precio era razonable, y una excursión a la luz de la luna llena siempre es agradable. La curiosidad me invadió y pronto me vi caminando hacia lugares desconocidos para todos, a punto de observar lo que muy pocos han observado, aquellos que está reservado para los que quieren algo más que espiritualidad.

El padre del Sr. Tuk nos acompañó. Por lo que me dijeron, su familia era de las más antiguas de la región, y vieron convertirse a María Sabina en un personaje inolvidable. El anciano vestía ropajes incluso más exóticos que su hijo. No estoy seguro de haber reconocido forma alguna en los diseños, pero sin duda me fascinaron. A pesar de la oscuridad mi curiosidad no menguaba. Me advirtieron de los peligros (uno de ellos, la locura) y aún así acepté. Segundo error. Nunca creí poder vivir una experiencia así y sobrevivir (sin cordura, como me suelen decir todos mis conocidos) sin un rasguño. Cuando hay luz del Sol soy una persona bastante normal, es en los sueños y cuando hay luna llena que la locura me invade, me acecha y me provoca una sensación que penetra en lo más profundo de mi ser, perturbando mi mente  de una forma anti natural.

El anciano comenzó a entonar una extraña clase de mantra. Saqué mi celular y pedí permiso para grabar el audio, a lo que no se negaron. Contacté a cientos de colegas de distintas universidades en el mundo, y ni uno solo tiene idea de lo que el señor decía en su mantra, mucho menos del idioma en que estaba entonado. Da igual, pues era reconfortante. Me alegré de llevar el celular, el mejor medio del que dispone un científico para tomar fotografías, audio, e incluso video si es necesario para su posterior análisis. En la época de Galileo y de Newton, un celular hubiera hecho maravillas.

La transcripción que se logró hacer del cántico era algo así como "ia kte gurk ia rlyeh ftag gotk ur dietka". Éstas personas definitivamente sabían más de lo que aparentaban. Después de un par de oras de caminos sinuosos entre  árboles y pastizales, rodeados de insectos con sonidos infernales y de un millar de tropiezos al fin llegamos. Se sentía un viento helado proveniente de la gruta, que aullaba a la luna llena. Parecía que la caverna se hundía en la tierra, y de ella emanaba un olor a geosmina. El viento parecía provenir de muy adentro de la caverna, pero mi guía comentó que esa caverna no tenía fin. Alguna vez, me comentó, se había adentrado por un par de días sin encontrar salida alguna y con ese silbido aterrador que solo se escuchaba cada vez más fuerte.

Al entrar en las grutas, de inmediato admiré los dibujos en sus paredes. Pregunté si habían considerado llamar al INAH para catalogar las cavernas y estudiarlas mejor, pero de inmediato sentí miradas severas y el Sr. Tuk me dijo que me abstuviera de hacerlo si quería proseguir. Prometí, y juré que aquello nadie lo sabría, y que sólo mi mente guardaría los secretos ocultos hasta la tumba. Después de unos minutos, el anciano mencionó que a mi esposa le hubiera gustado estar conmigo en ese momento, y lamentó su muerte. Quise preguntar como sabía, pero la sorpresa me dejó sin palabras. Parecía que después de todo estas personas no eran ordinarias.

Mi esposa murió, 4 años antes de mi curioso viaje, en un accidente. En ese entonces, se dirigía a un congreso de física muy importante, donde ella divulgaría su más reciente teoría sobre universos paralelos y viajes en el espacio-tiempo. Discutimos semanas antes del congreso, pues no estaba de acuerdo con que comunicara semejante estupidez ante una horda de científicos. Sin embargo, su formalismo matemático era tan elegante que realmente me hacía cuestionarme la verdad. Jamás supe si lo que había preparado era ciencia o misticismo, o si simplemente estaba delirando. A pesar de los años que pasamos juntos a estudiar el origen del universo, deduciendo teorías extravagantes y exóticas sobre lo más profundo del cosmos, jamás cruzamos la línea de lo lógico y lo racional. Prometimos guardar esos irreverentes pensamientos como el secreto de un par de jóvenes amantes. Su súbita muerte me llevó a una depresión sin escapatoria, pero seguí adelante.

Al irnos adentrarnos en la caverna, los dibujos comenzaron a dominar sobre los ¿textos? El más joven de mis acompañantes narraba con fluidez los acontecimientos sucedidos en épocas antiquísimas. Aquellos recuerdos se vislumbraban en mi mente como imágenes efímera que evocaban alguna especie de recuerdos. Comencé a sudar sin control, señal del miedo que experimentaba, un miedo ridículamente ilógico conectado a cosas inexistentes. El mantra del anciano logró calmarme, y parece que solo lo entonó con ese fin. El camino continúo y así lo hizo la extraña narración. Mi mente se aferraba a la razón, y lo seres antiguos dueños del universo intentaban dominarme. Al observar con detalle los dibujos pude vislumbrar algo semejante a ecuaciones: ¡eran las ecuaciones de Maxwell en una pared de miles de años de antigüedad! A su lado, un ser irradiando luz de sus tentáculos parecía moverse en las tinieblas.

La historia de los seres resultaba de los más horrible, pero los dibujos y las ecuaciones me impresionaban: eran Newton, Einstein, Schrödinger y sus ecuaciones al lado de seres ominosos y terribles, librando eternas batallas por la supremacía, o simplemente por la  sed de destrucción. A la vez me sentí maravillado y aterrado. Llegamos a una pared donde el camino se tornaba más estrecho. Éste era el fin del recorrido. Mis acompañantes se postraron detrás de mí, y dijeron que eso lo debía ver solo. Me entregaron la antorcha y avancé una docena de metros hasta la pared. Desmayé debido a lo que vi y fui resucitado minutos después, ya fuera de la cueva. Tembloroso y con un miedo tan intenso como la vida misma, acepté la sesión del día siguiente, donde al fin viajaría para conocer a esos seres.

Para calmar mis nervios, el anciano me ofreció una bebida desagradable, de los más compleja y asquerosa para calmar mis nervios y otorgarme la mejor noche de sueño del mundo. Así lo hizo, pues jamás desperté tan despejado, y desearía jamás haberlo hecho. Dormí sin tener sueños, algo así debe ser la muerte. El recuerdo de aquella pared y sus inscripciones parecía ya tan lejano, que el miedo no podía alcanzarme.

Disfruté el resto del día comiendo y visitando lugares hermosos. Debí haberme ido antes del anochecer. Tercer y último error. Aunque no hay tiempo ya para lamentarse. Debo huir de aquí, no sin antes advertirles lo que vi. Así que lean con atención.

Al irse aproximando la hora de mi sesión, mi corazón comenzó a latir fuertemente. Cuando al fin encontré a mi chamán él ya tenía todo listo: algunos hongos y una infusión mucho más asquerosa que la de la noche anterior. Bebí e hice todo al pie de las instrucciones. Trataré de ser preciso en la descripción, pues a pesar de que poseo una memoria envidiable, mi cerebro bloqueó algunos de los pasajes, y otros los ajustó para que parecieran menos grotescos y más reales. El anciano nos acompañó, y comenzó a entonar el mantra. Comencé a sentir que mi cuerpo no respondí, y que la risa no se contenía. Las palabras se tornaban cada vez más distantes, como si me alejara de ese lugar. Pronto regresé a esa cueva maldita, rodeado de al menos media docena de ancianos, todos entonando el mismo mantra. A lo lejos, se escuchba alguna especie de eco, sólo que distorsionaba la voz humana en algún tipo de sonido gutural. los ancianos tallaban con fuerza la pared, parecían desesperados por escribir, por librarse de lo que sabían.

El sonido que alguna vez pareció un eco se focalizó en un punto más adentro de la cueva, fuera del alcance de la luz de las antorchas. entonces era cuando los ancianos se dirigían hacia ese lugar, poseídos por alguna fuerza sobrehumana, y con una expresión que sólo aquél que está a punto de morir conoce. Conforme se adentraban en la negrura las voces humanas disminuían, dejando el cántico más odioso y temible que jamás he escuchado. De pronto una criatura antropomorfa de rasgos reptilezcos surgió de aquella oscuridad sólo para asegurarse que no quedaba nadie con vida. Sentí que me miró, y con una expresión burlona gimió para regresar a su guarida.

Mi mente entró a un remolino en aquél vacío, y logré salir de esa caverna. El tiempo parecía ser otro, un tiempo antiguo mucho antes de que los humanos pisaran este mundo. Había animales que desconocían el peligro de esas cuevas, y una vez más esa criatura emergió de la oscuridad. Las bestias huían despavoridas y otras criaturas semejantes a la primera aparecieron, moviéndose como en una especie de danza burda, emanando sonidos que parecían aquél cántico que alguna vez me pareció confortante. Aquellas criaturas cultivaron entonces las semillas de frutos prohibidos para que sus sucesores puedan encontrarse con los primigenios nuevamente. El paso de los eones no afectó a semejantes frutos infernales, que aún en nuestros días han tomado distintas formas para llegar a las mentes de los humanos.

Una de las criaturas, evocó entonces un pasaje interdimensional y me llevaron con ellas. Sentí que mi espíritu se agitaba y reacomodaba para viajar a la velocidad de la luz. Pronto salimos de la Tierra, viajamos por el sistema solar hasta llegar a Plutón, o como ellos lo llamaron: Yuggoth. Paseamos entre las ruinas de una magnífica civilizacíon debajo de las capas heladas del planeta y recorrimos templos arcanos con criaturas monstruosas cuya presencia se limita a las tinieblas y los rincones de este y otros universos.

Me llevaron a galaxias tan remotas como es posible, en cuyos centros habitan seres aún más terribles. En otros universos, hay criaturas sin forma alguna pero de algún modo superiores, cuya existencia parece imposible. Algunos seres como los de los dibujos invocaron a seres supremos despertando su ira y trayendo destrucción. Existen entre ellos algunos que no deben ser nombrados, y cuyo recuerdo provoca miedos infinitos y vacía la mente de cordura. Los seres menos grotescos parecían ser más inteligentes, escribiendo por aquí y por allá las leyes más exactas y precisas del universo, dándoles control absoluto del espacio y del tiempo. Ningún humano podrá jamás vislumbrar siquiera por más visionaria o absurda que sea su imaginación leyes como estas. Algunas de estas criaturas se dirigieron hacia mi y me observaron por un largo rato, gimieron y rugieron y me llevaron de regreso a donde pertenecía.

Comencé a escuchar nuevamente la voz del anciano, que cada vez era más fuerte, pero también más agitada y exaltada. Comenzó a implorar piedad a este y más dioses, a la vez que su voz se convertía en un grito desgarrador. Parece que no regresé sólo. Cuando recobré la conciencia, el anciano me gritaba y me maldecía. Exigió que me retirara de inmediato con un río de lágrimas brotando de sus ojos. Así lo hice, y sólo alcance a ver un cuerpo ensangrentado, parcialmente devorado en el suelo. Sus ropajes evidenciaban que era él, ni más ni menos, devorado en parte por aquella criatura que me trajo de regreso. Antes de que lograra salir de ahí, el anciano me gritó que lo visto en esa pared me acecharía por siempre, y lanzó una maldición sobre mí.

Comencé a recordar, y pronto el miedo se apoderó de mi. Sólo esperaba llegar a casa, y olvidar todo lo sucedido, como si fuese un mal sueño. Pero la pared no tenía un mensaje maldito, ni siquiera desagradable. Al llegar a casa, la cordura me abandonó por completo regresando a mi solo cuando el Sol alumbra mi ventana y da señal de que un nuevo día ha llegado. Abrí la puerta y ahí estaba, el cuaderno de notas de mi esposa. El cuaderno que tanto temí abrir estaba allí ante mí, recordándome lo visto en aquella pared. Porque lo escrito en aquella pared era una copia fiel y exacta no sólo en contenido, sino también escrita por el mismo puño.
-¡Mira lo que encontré aquí!- le digo a Chibi mientras la sacudo para que se despierte, y responde con ruidos raros y volteándose como diciendo "deja de estar chingando y duérmete".
-¡Amor, tienes que ver esto!- y sigo insistiendo para que se despierte.
Ya medio de malas, se despierta y se sienta en la cama. Observa el monitor iluminando la oscuridad y la página de Mercado Libre.
-Deja de estar buscando tus loqueras y ya duérmete- dice intentando acostarse de nuevo.
-No te duermas otra vez que cuesta trabajo despertarte. ¡MIRA!-

Finalmente observa bien la página de Mercado Libre
Se vende Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred. 
ÚNICA COPIA EN LATÍN.
Nos urge deshacernos de él. 
Si ofertas antes de media noche, te lo enviamos gratis.
Es una traducción original, no una recopilación de cuentos, y NO está en español. Solo oferta si estás seguro de que lo comprarás.
Precio de remate de $300.00 y no es negociable.
No aceptamos intercambios, ni pagos a contraentrega, solo depósitos bancarios.

-¿Y eso qué?- me dice con cara de extrañeza y sueño.
-¡Pues el Necronomicón! Siempre he querido uno, además no está caro y el vendedor se la rifó con su anuncio- le digo intentando venderle la idea de comprarlo.
-Pero esos $300 los podemos ocupar para otras cosas, ¿sabes?-
-Si pero ya lo dejé pasar una vez, se parece al que vi en una feria del libro cuando iba en el COBAO- sigo diciéndole -¡pero como 3 o 4 veces más barato! Es una oportunidad de esas que no se repiten en la vida- la choreo.
-Chinga', pues hazle como quieras, nomás no me andes diciendo luego que que basura compraste y que ya no lo quieres y que tu dinero y que no sé qué.-
-Bueno...- le digo haciendo cara de que no me gusta que me conozca tanto.
Faltan 5 minutos para la media noche así que le doy click en comprar.

Inmediatamente me llega un correo diciéndome que soy el comprador del artículo Necronomicón (ORIGINAL), pero curiosamente no existen datos de contacto así que parece que tendré que esperar para saber como hacerle. En menos de lo buscaba mi dinero para ver si no me iba a ver muy ajustado con los gastos de esta semana me llega un correo de miskatonik.necro@necronomicon.org y pienso que este sujeto realmente no quiere ser localizado. En él, incluye una cuenta bancaria sin nombre, y me pide que le mande los datos a donde será enviado. Me dice que cuando me dirija a hacer el depósito en el banco me  dirán un nombre algo extraño, y que seguramente el cajero no podrá leerlo bien, por lo que yo tengo que decirle "exactamente, él" para proceder sin que se vea sospechoso.

Comienzo a tener un poco de miedo pues es la primera vez que compro algo en internet sin saber quien es la persona que lo vende. No me gusta que me estafen.

Al día siguiente, en lo que Chibi se va a clases de inglés voy a hacer el depósito bancario. Sucede lo que el sujeto me mencionó en el correo. El cajero intenta pronunciar algo que suena como Abdul Al-Hazred (aunque más bien como Abdala Zaradin, aunque tal vez sea mi imaginación). Procedo como se me indicó, me dirijo a escanear el recibo del depósito y a enviarlo para confirmar el envío. Recibo una respuesta casi inmediata nuevamente pidiéndome que confirme los datos de envío, y que este será totalmente gratis.

Feliz, aunque desconcertado me dirijo de nuevo al departamento y espero a que Chibi regrese para contarle lo sucedido.

-Donde te estafen verás- me dice regañona.
-Nah, ¿cómo crees?- le contesto intentando mitigar su enojo y desconfianza.

Nos vamos a clases, como cualquier otro jueves, y regresamos ya cansados de usar tanto la cabeza. Esa noche, decido conectarme para saber si el paquete ya fue enviado. Ni un solo correo nuevo. Las palabras de Chibi suenan en mi mente, "Donde te estafen verás... Nomás no me andes diciendo luego que qué basura compraste y que ya no lo quieres y que tu dinero y que no sé qué...", pero prefiero seguir creyendo en la buena fe de las personas. Cenamos y nada, Chibi se duerme y nada. El reloj marca las 3 de la mañana y un correo me dice:
Su paquete acaba de ser entregado. No intente contactarnos por ningún medio. Toda la información de contacto que le proporcionamos (incluyendo números de cuenta) dejará de existir. Gracias por su compra.
PD. NO SE ACEPTAN RECLAMOS NI DEVOLUCIONES (aunque será imposible hacer alguno de los dos. Ja.)
Me causa una sensación rara eso que dice que acaba de ser entregado. No dice enviado, dice entregado. Me armo de valor para bajar a ver si el vigilante sabe algo. Tiene cara de sueño y no se ve contento.
-Creo que es para usted- me dice.
-Gracias, ¿no vio quien lo trajo?- le pregunto como para intentar calmar mi miedo.
-No. Disculpe, pero creo que me quedé dormido. Solo alcance a escuchar que alguien chocó contra la reja y salió corriendo hacia Municipio Libre. El paquete ya estaba tirado ahí en el piso. ¿Quiere que llame a la policía? ¿O lo estaba esperando?- me dice tratando de sacarme información sobre la dudosa procedencia.
-Así está bien, gracias. Sí lo estaba esperando pero no pensé que vinieran a estas horas a dejarlo- le digo como para que se calme y fingiendo tener frío, subo corriendo las escaleras. La verdad, me moría de miedo. Decidí no abrir el dichoso paquete hasta que hubiera luz de día.

Tuve pesadillas donde me veía huyendo de gente cangrejo que venía de mundos más allá de nuestro Sistema Solar. Desperté agitado casi a las 8:30 y junto a mí, Chibi parecía llevarla peor que yo. Sus ojos se movían rápidamente, clara señal de que estaba pasando por el sueño MOR, su respiración era rápida y parecía que las pesadillas la habían invadido. Solamente la abracé. No quería volver a dormir para no soñar, pero las imágenes en mi mente eran tan frescas y vívidas que no tenía que hacerlo para recordar aquellas escenas.

Cuando Chibi despertó, dijo no recordar nada, pero se le notaba nerviosa, más aún cuando notó el paquete.
-¿Es tu libro?- me preguntó, aunque era evidente que conocía la respuesta.
-Eso parece, ¿a qué hora crees que llegó?-
-Pues no sé, ¿apenas?- me dijo desinteresada
-Nooooo, llegó a las 3 de la mañana, alguien lo botó en la entrada del edificio ¿tu crees?- le dije como si el compartirlo aliviara el miedo que sentí.
-¡Cállate! ¿Cómo crees que vana entregar libros a esa hora? ¿Además como sabes?- me dijo incrédula, pero interesada
-¡Neta! Me llegó un correo y luego luego bajé a ver si el vigilante sabía algo. Me dijo que alguien lo dejó y se echó a correr- le dije aún sintiendo escalofríos.

La conversación se detuvo ahí pues Chibi se dirigió a abrir el paquete rápidamente. Me uní a ella en la misión, pues parecía estar envuelto como en 20 capas de papel kraft. Después de un buen rato terminamos de desenrrollarlo y se veía justo como lo imaginé. Era un libro grande (como de 20 pulgadas de diagonal) y se veía muy gastado. Las hojas estaban amarillentas y al borde del colapso, lo que le daba más apariencia de antigüedad que de libro. Lo abrimos y rápidamente vimos algunas ilustraciones extrañas, con lo que parecía ser poemas, cánticos o conjuros. Sentí que mi dinero había valido la pena, pues estaba completamente en Latín (salvo por el ocasional nombre de lenguaje impronunciable) tal como me lo habían prometido. Después de darle un par de hojeadas, decidimos ponerlo junto a los demás libros.

El día transcurrió con normalidad salvo los recurrentes recuerdos de mi sueño y la inusual forma en que fue entregado el libro. NECRONOMICON se leía con letras grabadas en una superficie de madera, justo por encima del grabado de lo que parecían ser ruinas sobre una isla. La imagen de ese libro estaba fija en mi mente y ansiaba volver a verlo a pesar del temor que le tenía. Al final del día fuimos a casa y le leí a Chibi unos fragmentos:

IA! IA! ZI AZAG!
IA!IA! ZI AZKAK!
IA! IA! KUTULU ZI KUR!
IA!

Muy lovecraftiano y realista, además después de una hojeada pudimos encontrar los nombres de Yog-Sothoth, Nyarlatothep, Shub-Niggurath y Cthulhu. Todo se puso interesante cuando comenzamos a ver imágenes como estas:




Sin duda se sentían escalofríos pues parecían estar dibujadas, y todos los símbolos extraños entre ellas le daban más y más realismo. Ya no quedaban ganas de leerlo y mañana sábado tendríamos que levantarnos temprano. Mi tía no se encontraba en casa por lo que el miedo de seguir leyéndolo era mayor. Fue relativamente fácil conciliar el sueño, pero las pesadillas nos invadieron nuevamente. Esta vez fui secuestrado por algunos reptiles humanoides hacia una gran cueva, donde parecía que sería objeto de sacrificio. Gruñían alrededor de mí mientras gritaban

IA! IA! CTHULHU FHTAGN!
Desperté sudando, y con sensación de que olía a pescado crudo a mi alrededor. Chibi entre sueños murmuraba las mismas palabras que oí en mis sueños. Eso fue motivo suficiente para sacudirla y despertarla. Se asustó en cuanto me vio agitado y me contó su sueño, no difería mucho del mío. Cuando voltemos hacia el escritorio nos dimos cuenta que el libro se encontraba abierto y lo único que "entendimos" fue "IA! IA! CTHULHU FHTAGN!". Creo que grité aunque fue difícil decirlo porque Chibi también. Claramente recordábamos haber puesto el libro en su lugar. Decidimos que por hoy nos alejaríamos del departamento y buscaríamos con que entretenernos. Esa noche lo envolvimos en su empaque antes de guardarlo, solo por si acaso.

La intensidad de las pesadillas aumentó, y solo recuerdo haber estado en lo que parecía ser las ruinas de una gran civilización. Las estructuras eran muy diferentes, pues había preferencia de los planos sobre las escaleras. Los edificios fácilmente vencían en altura al Taipei 101 e incluso al Burj Khalifa. Además la arquitectura tenía diseños que retaban a la física. Me adentré en lo que parecía ser una biblioteca solo para ser ahuyentado por los mismos gritos de antes.

Al despertar nada fue lo mismo. Mi tía se encontraba gritando "IA! IA! CTHULHU FHTAGN!" al tiempo que hacía extrañas inscripciones en una de sus paredes. Lo que al principio parecía ser pintura resultó ser sangre. Junto a ella se veía el Necornomicón abierto en la misma página de antes. Volteó a vernos y cayó desmayada por la pérdida de sangre. Su mirada estaba perdida pero su rostro expresaba angustia y temor. Intentamos reanimarla pero un extraño portal se abrió desde la inscripción y una criatura (que hasta la fecha sigo creyendo que es Cthulhu) la tomó entre sus tentáculos y gimió. Llamamos a brujos, curanderos, sacerdotes (de más de una religión) y ninguno se atrevió siquiera a entrar en el departamento. Contactamos a la dueña y anulamos el contrato, quien en vista de lo sucedido no dudó en hacerlo.

Intenté contactar a quien me lo vendió, y recibí en mi mail avisos de falló en la entrega por que la cuenta no existe. No me quedaba más que intentar venderlo, tal como lo hizo el dueño anterior. Y así lo hice. Todo por deshacerme del maldito Necronomicón. 
El Metro lleno como siempre, pero como suelo decir, por $3.00 no puedo quejarme. A pesar de que ya son más de las 9 de la noche, ¿de dónde sale tanta maldita gente? "En Oaxaca a estas horas la mayoría de las calles ya están vacías", suelo decirme mientras me acostumbro a la vida de la gran Ciudad de México. Mientras, sigo abrazando a Chibi que aunque muere de calor no se queja.

-¿En dónde estamos? -  me pregunta con cara de desesperación, y gotas de sudor en la frente.
-¿Te digo?- pensando en que se enojará cuando lo haga, -apenas venimos por Etiopía-.
-¿¡Apenas!?- exclama pensando en que pronto se desmayará, pero aún así me abraza nuevamente.

El Metro avanza con lentitud, y la gente imprudente como siempre entra a empujones antes de que salgan todos los que tienen que salir en cada estación. "Como son brutos" sigo pensando mientras hago un esfuerzo ultrahumano para que Chibi no sea aplastada entre la puerta y la bola. Los letreros son muy claros, "Permita la salida antes de entrar" se lee en todas las puertas de los vagones.

-Mira, si pones la frente en el vidrio de la puerta a lo mejor se te quita el calor- le digo a Chibi en un esfuerzo por distraerla y aliviar el calor que se ve la está matando. -Anda, voltéate- insisto.
Nos vamos un buen rato con las frentes pegadas al vidrio, pues realmente sirve para aliviar el infierno que se vive en el Metro con dirección Indios Verdes por las noches. Después de unos 15 minutos ¡apenas vamos en Niños Héroes!

Mientras se oye el ruidito que anuncia que las puertas se cerrarán próximamente le insito a Chibi para que ponga atención, pues entre Niños Héroes y Balderas siempre se pueden ver tres carriles y los túneles que conectan las líneas.

-¿Para qué servirá el carril del medio? - le pregunto a Chibi que rápidamente despega su cara del vidrio pensando en una respuesta razonable.
-Quien sabe... - responde con una sonrisa amable, de esas que me gustan. Y voltea nuevamente.

Seguimos con las frentes pegadas al vidrio viendo como pasan las pocas lámparas, los tubos y los cables que siempre están visibles en el túnel. Se acerca la parte de los 3 carriles, y de pronto algo como un cuerpo humano semi-erguido se observa.

-¿Viste eso?- dijimos asombrados al unísono. 
-No mames, seguro era un zombie- le digo de broma, pensando en que fue un bulto o algo parecido que con la velocidad se asemejó a un cuerpo.
-¿Un zombie? ¡Miedo! - contesta Chibi, tomando en serio mis bromas, como suele hacerlo, o tal vez solo siguiéndome la corriente.
Pero cuando el Metro frena intempestivamente, nos miramos fijamente con una risa nerviosa, pensando en aquella posibilidad.

Se oye una voz que indica que esperemos indicaciones pues el Metro no reanudará su recorrido habitual. Parece que algo (o alguien...) se encuentra bloqueando el túnel y tendremos que bajar y caminar en la oscuridad hasta Balderas. Ahora sí estamos asustados. No es que la oscuridad nos provoque miedo, pero la imagen del cuerpo con forma humanoide que vimos antes sigue apareciendo en nuestro pensamiento. Desearía ser Milla Jovovich en estos momentos.

Pasan los segundos y nada, ni un puto aviso, la gente se comienza a desesperar, el calor se acentúa. Algunos tienen prisa, otros están cansados, otros más histéricos comienzan a pensar en accidentes, unos más calmados en problemas técnicos. Se oyen los murmullos de todos, y cuando menos lo esperamos, se va la luz.

-Ayúdame a intentar abrir las puertas de este lado- me dice un chavo que venía a mi lado.
Realmente su idea no sonó tan descabellada, al menos en el túnel no moriríamos asados tan rápido. Pronto la gente alrededor se da cuenta de nuestro esfuerzo y se solidariza. En todo el vagón hay personas intentado abrir las puertas, otros más golpean las ventilas con la esperanza de que se abran, otros más nos echan porras. Alumbran con sus celulares por todos lados, y en momentos como este cómo extrañamos a los vendedores ambulantes con sus lamparitas de a $5.

-Puta madre, sí que es seguro viajar en Metro, estas pinches puertas no se abrirían ni a putazos- le digo al chavo desconocido intentado hacer la plática (algo bastante inusual en mí, seguro eran los nervios).
-Jajaja, ¿sí, verdad? Es como si las pocas cosas que se hacen bien en este país conspiraran en nuestra contra - me contesta mientras vuelve a empujar la puerta que no cede.

La luz regresa repentinamente y la vocecita nos dice que no intentemos abrir las puertas, pues parece que la ayuda viene en camino. "¡Ya era hora!", "¡Menos mal!", "¡Aleluya!" y muchas otras frases se escuchan. Pasan los segundos, y la vocecita nos dice que personal calificado estará pronto en cada vagón para instalar las escaleritas y ayudarnos a bajar al túnel. Todos nos miramos unos a otros con caras de alegría y siento cierto alivio, pues parece que los zombies no son una opción hoy.

Después de unos minutos todos seguimos ilusionados y acalorados pero ansiosos por que la ayuda ya viene. Se siente un golpe en el Metro, y todos sonreímos, pues es posible que las puertas se estén abriendo y la gente esté bajando. Pero el ruido fue más como un golpe, y cesó instantáneamente. Un valiente se asoma por la ventana, alumbra con su celular y comienza a gritar.

-¿Qué carajo está pasando?- le replica la señora que venía sentada junto a él, -¿por qué gritas así? ¿Pasa algo malo?-
El pobre tipo está blanco de miedo y lo único que alcanza a decirnos es que no abramos la puerta.
Muy tarde, el conductor parece tener la instrucción para abrirlas ya.
Antes de ser aplastados por la bola que quiere bajarse, le digo al chavo que comencemos a ayudar a que bajen las mujeres y los niños. Él asiente con cara de héroe, y es probable que yo haya tenido una cara similar. Les gritamos a todos nuestro plan y rápidamente descendemos del Metro, la hacemos de escaleras humanas.

Chibi es de las primeras que bajan, e intenta alumbrar con su celular nuestra hazaña heroica. Desde arriba los demás hombres que viajaban con nosotros nos ayudan a bajar a las mujeres, a los niños, y los adultos mayores. Todo sucede rápido, y en los demás vagones comienza acciones similares. Un grito con eco se escucha a lo lejos, como proveniente de los últimos vagones. Todos volteamos rápidamente y lo único que alcanzamos a ver es a un tipo corriendo hacia acá.

Chibi me dice que vayamos a ver quien es y para saber qué sucede, y les pedimos a los demás que se calmen y se queden ahí. Pronto descubrimos por qué el grito. El pobre tipo tiene una corbatita del STC con su logo del Metro, pero viene cubierto de sangre de pies a cabeza. No muestra señales de dolor por lo que intuimos que la sangre no es suya. Balbucea cosas sin sentido, ¿personal atacado? ¿cosas en el túnel? ¿pánico en Niños Héroes? ¿avisos de quedarnos en los vagones? ¿posible ataque terrorista?

De algo sirve ver tantas películas como Resident Evil, o series como Highschool of the Dead, o programas en el Discovery Channel con guías de supervivencia. Tengo alguna idea de qué hacer en caso de un ataque con químicos o con terroristas (o con zombies, en el peor de los casos). Pero hay demasiada gente y será imposible controlar el pánico. El tipo del STC corre a avisar al conductor, pero la electricidad vuelve a fallar. Las mujeres son las primeras en gritar (o las que se escuchan más) y el pánico se desata en las tinieblas.

Todos corren para donde pueden, algunos optan por treparse de nuevo a los vagones, Chibi y yo simplemente nos quedamos observando lejos del tránsito de personas. Algunos corrieron hacia Balderas, y una cantidad igual corrió hacía Niños Héroes. Le digo a Chibi que lo mejor es esperar, pues si fuera un ataque químico ya estaríamos muertos, y si son terroristas pues moriremos más rápido si corremos hacia ellos. El tipo del Metro, exhausto por su larga caminata se queda tirado frente a  nosotros y nos dice que las cosas vinieron de los túneles que conectan las líneas. Parece que todo comenzó en la línea 1, posiblemente en Pino Suárez o en Balderas.

-¿Por qué no avisaron antes?- es mi reacción inicial.
-Porque nadie se dio cuenta...-
-¿Nadie?-
-Bueno, un hombre como de 40 años se botó a las vías en Pino Suárez y fue arrollado. Casi al mismo tiempo una mujer se suicido igual en Balderas-
-¿Y luego?
-Y luego nada, se interrumpió el servicio, se desalojaron los vagones, se corto la luz un par de veces, se iniciaron las laboras de rescate de los cuerpos. Eso lleva tiempo, ¿sabes?-
-Me imagino que sí... Pero, ¿eso qué tiene que ver?-
-Pues, cuando levantaron el cuerpo hallaron una especie de salpullido en las víctimas. Si hubiera sido uno solo lo pudimos haber tomado como una enfermedad, pero dos personas con iguales síntomas ya no es coincidencia-
-Disculpe mi rudeza, pero ¿eso qué tiene ver?-
-Analizamos los videos de seguridad y ambas víctimas parecían haber tenido un ataque de tos, seguido de vómito momentos antes de botarse, yo estaba encargado del control de esas estaciones cuando sucedió. Me tocó ir a ver los videos, y ver el levantamiento de los cuerpos. Fue ahí donde comenzó-
-¿Comenzó qué?-
-El Apocalipsis-
-Mta madre, ¿ahora me va a salir profeta usted o qué chingados?-
-Mira, soy católico de toda la vida, y vi un maldito muerto levantarse, para mí no existe duda, es el Apocalipsis.-

Mi cara entonces pensó en una entrada de la Wikipedia: "El Apocalipsis Zombi", y el tipo pareció aliviado cuando vio mi cara de miedo, pues obviamente le creí.

-Ordené a los polis que dispararan contra él- siguió contando - pero ni un millón de plomazos lo hubieran parado. Fue ahí donde corrí a la estación de control pero nadie creyó mi historia. Tuve que mostrar los videos en tiempo real para que me creyeran. Aunque la verdad no los culpo, ni yo creo lo que pasó... Nomás le dijimos a la gente por los altavoces que desalojara la estación, aunque después de oír los disparos seguro ya no quedaba mucha...-

El pobre tipo se veía cansado, le ofrecí un poco de agua que aún cargaba en la mochila que rápidamente aceptó. Luego me acordé de los cientos de personas que habían corrido a enfrentar un destino similar. Parecía ser que alguien acaba de botarse a las vías en Juárez, y por eso nuestro tren se había detenido. Mi mente se congeló y no se me ocurría nada bueno, Chibi me veía con ganas de llorar y gritar y me limité a abrazarla. Lo único que había en las mochilas eran cuadernos, ni siquiera una puta sombrilla.

El tipo nos invitó a buscar al personal que había sido atacado, pues parecía que los muertos tardaban unos 15 minutos en reanimarse. Si los cálculos no fallaban aún teníamos unos 5 minutos antes de que ellos se despertaran a atacarnos. Se nos dijo que el personal cargaba macanas, y que era probable que hubieran mandado al menos a un policía armado para ayudar en las labores.

-¿Cuánta gente murió en Balderas?- le preguntamos.
-Pues de entrada, los 2 paramédicos, los 2 del MP, el poli y unas señora que andaba ahí de chismosas, como unas 8 o 9 gentes- me dijo con unos cálculos burdos.
Las escenas de todo lo que sabía de zombies se unieron en mi mente. "Es imposible que sea menos de 20" pensé mientras pensaba en los muertos de las estaciones Juárez y Pino Suárez. Eso si no habían ocurrido muertes en otras estaciones del Metro, Metrobús y mil lugares concurridos más. Algo debía haber desatado la zombieficación. ¿Un virus? ¿Una bacteria? ¿O simplemente era el Apocalipsis como lo comentó el tipo?

Me negué a creer que se trataba del Apocalipsis, pues iba en contra de mis creencias, aunque nunca creí que los zombies llegaran algún día así que... Lo consideré. Mi celular marcaba las 9:52PM, y no había señal. Corrimos hacia el túnel de conexión y luego vimos los cuerpos. Nunca había visto muertos tan sangrientos de cerca. No era necesario nada más que quitarle las macanas y ver si los polis cargan pistolas.

-Apunte a la cabeza- le dije al tipo cuando encontró la pistola de uno de los polis.
-¿A la cabeza?- preguntó confundido, seguramente pensado como sabía que eso funcionaría.
-Usted confíe, y no lo dude-.
El tipo asintió con la cabeza mientras checaba la hora: 10:02, mejor nos echábamos a correr de nuevo hacia el tren. Me extrañó no ver gente que regresara con nosotros y pensé que ya estarían muertos, o la habían librado. De cualquier forma, no había tiempo para volverme a preocupar por la gente, tenía que sacar a Chibi de este lugar tenebroso. Intentamos caminar hacia Balderas, pero un par de cuerpos lentos nos detuvieron. El tipo me explicó rápidamente como usar un arma de esas.

-Mi papá, que en paz descanse, era poli- se atrevió a decirme, -era de los buenos, cuando no había tanta gente corrrupta-.
-Menos mal, si no estaríamos perdidos. Agradézcale de nuestra parte-.
Y antes de que me pudiera contestar le disparé a una de esas cosas. El primer disparo no dio en la cabeza, pero me sentí como en un videojuego, era cuestión de agarrarle el truco. El segundo dio justo en el blanco, y el cuerpo cayó como tronco. Tal vez no debí sonreír, pues Chibi me vio con cara de susto.

-Perdón amor, creo que me dejé llevar- le dije intentado ocultar mi satisfacción mezclado con placer de haberle dado en su madre a uno de esos.
-No te preocupes, parecías personaje de un anime, eso da miedo- me dijo media convencida.
-¿Ya le agarro el truco, don?- le dije al tipo del STC, quien asintió con la cabeza y apuntando al segundo. En un instante, el otro cuerpo también se desplomó. Con algo de confianza recuperada (tal vez demasiada) seguimos nuestro recorrido largo hacia Balderas.

-Ni modos chavos, a seguirle- nos dice el tipo, del que aún desconocemos su nombre.
-Sí así es, por cierto, ¿cómo se llama?-
-Gualberto Ramírez, para servirles-
-OK, señor Gualberto, ¿qué sugiere qué hagamos?- le dice Chibi mientras sigue caminando y observando.
-Miren, quiero ir a la Jefatura de Estación, a ver si quedan vivos, y de paso a checar los videos no vaya a ser que estas cosas nos agarren de sorpresa-
-Está bien, usted guíenos-  le digo justo antes de escuchar el ruido como de un zapato pisando un charco.
Ahí viene otro de ellos, pisando su propia sangre mientras se levanta. Chibi me dice que quiere dispararle a uno de ellos y sin dudarlo le cedo el arma. Me sorprende la habilidad que tiene, pues al primer tiro le da justo entre los ojos. Una  extraña expresión de satisfacción se forma en su rostro.

Antes de seguir revisamos a los polis caídos sirviendo a su patria que deben tener más municiones. Estamos ya en la correspondencia con la línea 1. Nos topamos con algunos cartuchos nuevos, otro par de armas y otras dos macanas. La mochila se hace más pesada, pero sin duda no me arrepentiré de cargarla esta vez. No nos sorprende llegar a la Jefatura y que ya no haya nadie, y don Gualberto se muestra feliz de que sus compañeros hayan podido escapar. Los videos de seguridad muestran la misma escena que él ya había visto, la tos, el vómito y el suicidio. "¿Será un virus?" sigo preguntándome, pues es una de las razones más creíbles, a parte de las esporas del Evento de Tunguska y los experimentos rusos. "Luck. Runs. Out... ...Hunt you down all nightmare loooong" voy cantando en mi mente, intentando distraerme y pensando en teorías extrañas sobre lo que está sucediendo. Las entradas y salidas de la estación están cerradas.

No queremos volver al túnel, pero mucho menos quedarnos aquí.
-Ya que estamos en el fin del mundo, ¿importará violar la ley?- le digo a don Gualberto en tono bromista.
-Al carajo la ley- me dice, -¿por qué la pregunta, m'ijo?-
-Es que ya me dio hambre, y por aquí hay uno de esos expendios de Bimbo, ¿no?-
Ambos me miran como con extrañeza, pero no tardan en escuchar sus tripas. Vamos a buscar algo de comer, y de beber. Esto de matar no-muertos es agotador.

Como si tuviéramos experiencia en saqueos, no tardamos más de 5 minutos en tirar la cortina metálica del expendio, e irrumpir en una fuente de sodas vecina. Nos tuvimos que desviar un poco del túnel, y acercarnos más a lo que pudo haber sido la zona cero. El primer infectado pudo haber estado aquí, hasta donde sabemos. Los escalofríos no tardan en sentirse, y con una señal les comunico que es mejor que nos vayamos de vuelta.

Al volver al túnel tres cuerpos deambulan en las vías. Uno de ellos cae, y los otros atraídos por el sonido lo siguen.
-Es nuestra oportunidad- nos dice Chibi apuntando a los zombies mientras buscamos las escaleras para bajar.
-Traten de no hacer ruido, porque si la ficción no miente, son ciegos y solo responden a sonidos- añado.
La torpeza de tan extrañas criaturas nos provee de tiempo para pasar al lado de ellos sin que lo noten, y una vez que nos encontramos del otro lado, lanzamos una piedra contra las vías para que la sigan, como perros.

El túnel se encuentra iluminado y es posible que ya no encontremos a ninguna persona viva por aquí.
-Ojalá que las otras estaciones estén abiertas- dice Chibi mientras sujeta mi mano, y guarda la pistola en su mochila.
-Ojalá- decimos don Gualberto y yo.
Después de un buen rato ya estamos en Juárez. Esta vez podemos ver el tren que seguramente atropelló a uno de los infectados, y al subir al andén las huellas de sangre, las camillas y los casquillos percutidos  nos confirman la idea. La ausencia de cuerpos nos dice que ya deben andar por ahí, y el ruido que proviene de uno de los vagones nos distrae completamente. Es uno de ellos deambulando en un vagón, y Chibi no pierde la oportunidad de mejorar su puntería. Un tiro y no quedan más. Al menos no cerca.

Siempre que maten a un zombie, lo mejor es moverse inmediatamente, pues parece que el ruido de los disparos (o golpes) los atrae. Nos quedamos revisando por más municiones, y sin darnos cuenta la salida más cercana ya se encontraba repleta de ellos. Los nervios nos apresan y nuestra puntería se ve perjudicada. Toma al menos 3 disparos derribar a uno en estas condiciones. Los cartuchos se terminan pero no hay tiempo para clases de manejo de armas, así que cada quien se las arregla como puede.
-Ni modo chavos- nos dice don Gualberto -hasta aquí llegué-.
-¿Qué dice, don? No se vaya a dar el tiro de gracia...- le contesto en broma, pero preocupado por su comentario.
-Ni madres, pero es momento de ser el héroe de la película, ustedes están jóvenes y pues yo ya tuve familia, sigan con sus vidas- dice antes de acercarse a ellos y hacer la mayor cantidad de ruido posible mientras corre del otro lado del túnel.
Las lágrimas nos invaden, pero no podíamos dejar que el sacrificio fuera en vano. Lentamente nos movemos hacia la salida, que ésta vez parece estar abierta.

-Si tenemos un hijo, le ponemos Gualberto, como señal de respeto- le digo a Chibi mientras subimos las escaleras y vamos saliendo de la estación.
-Ni los vagabundos son pendejos- dice Chibi cuando nota su clara ausencia a las afueras de  la estación. Solo una leve sonrisa se forma en mi rostro, pues la verdad es que el paisaje no es nada alentador. La nueva estación del Metrobús ya está cerrada, hay un par de coches accidentados en los semáforos, el concierto de hoy se suspendió en el Teatro Metropolitan y caminar hacia Juárez revela lo peor.

En la Alameda ya están rondando algunos seres, y no se ve señal alguna de vida. El Hotel Hilton se ve desalojado, y parece que tengo un déjà vu: por aquí pasó la primera Zombie Walk... Que ironía. Al menos se ve que los zombies no tienen un líder que lanza gritos en el Hemiciclo a Juárez... Sin saber que hacer, decidimos saquear un 7-Eleven que queda de paso. "Pues para que lo dejan abierto" pienso al momento que robamos algunas provisiones para al menos un par de días. Sus computadoras no tienen un bien sistema, por lo que rápidamente reviso un par de mapas en Internet: el Walmart más cercano (Walmart Buenavista), y las tienda de armas más cercanas (todas en el Centro, sobre Carmen, Soledad y Corregidora).

Ya es tarde, el cansancio se hace presente y nos aventuramos a las tiendas de armas primero, no sin antes revisar bien el mecanismo para cambiar el cartucho de las pistolas. Nunca antes había sentido tanto miedo de andar en el Centro a estas horas, ni siquiera cuando el DF era más inseguro, pero tenemos que seguir esperando no encontrarnos con más zombies o con grupos de sobrevivientes radicales. No queremos ser parte de ninguna ridícula resistencia. El camino no se hace tan largo cuando tienes miedo, y se ve que no somos los únicos en tener estas ideas. Las tiendas ya están todas medias saqueadas y lo único que quedan son escopetas, rifles y armas de perdigones. Todas las armas cortas ya no están. Ni modos.

A cargar con al menos otros 3 pares de armas, y buscar las municiones adecuadas nos lleva otros 20 minutos. Y casi es media noche, los celulares siguen sin señal, pero al menos el alumbrado público sigue funcionando. Tardaremos al menos otra hora en llegar hasta el Walmart, así que optamos por meternos a algún hotel de por aquí. Tengo buenas experiencias del Hotel Principal así que para allá nos dirigimos. Hay un restaurante en ese hotel así que deberíamos hallar otro poco de provisiones. Mucha gente a su huida olvidó dejar su llave en el lobby, o quizás aún estén ahí. Nos conformamos con una habitación doble, con vista a la calle. Cerramos la puerta del hotel y apagamos las luces antes de subir al elevador hacia nuestra habitación.

Parece que hay gente todavía aquí, pero no los molestaremos, a las 6 de la mañana ya nos habremos ido si es que queremos encontrar algo útil en Walmart. Nos aseguramos de utilizar una de las camas como refuerzo para la puerta. A pesar de que creíamos que sería difícil conciliar el sueño, sin darnos cuenta nos quedamos dormidos. Y nunca despertamos.
Era un día de verano como cualquier otro. La Facultad comenzaba a vaciarse poco a poco conforme anochecía.

-A nadie le gusta venir en la tarde, esta mejor así - me dije mientras veía como el número de estudiantes disminuía considerablemente con el paso del tiempo. La tarde se tornaba fresca y el viento soplaba como suele hacerlo en Ciudad Universitaria.

Aún faltaba Álgebra Lineal, y como Chibi insistió nos quedaríamos por esta vez. La abracé mientras una corriente de viento, de esas que dan escalofríos, sopló. Caminamos abrazados hacia el piso de abajo. 

-Nomás es una hora y nos da tanta hueva - le dije a Chibi mientras nos reíamos de nuestra pereza. Todo se veía normal. Excepto tal vez por esa manada de gente corriendo hacia la entrada Poniente y el caminito de las bicis.

-Mira a esos pinches locos- me dijo Chibi con una expresión de confusión, mientras me sacudía el hombro para que volteara. 
Es una imagen que tengo bien fija en la mente. Esa expresión de confusión tenía cierto nivel de temor impregnado. Volteé, y rápidamente la tomé de la mano y la jalé para que corriera conmigo. Es probable que eso solo la asustara más, pero no me importó. La gente corría con temor, y casi llegando al semáforo se podía ver gente siendo capturada.

Corrí con desesperación sin intentar descifrar lo que Chibi decía. Creo que fue algo como "¿Y ahora tú? ¿Qué te pasa? ¡Me lastimas!", pero el sonido de los gritos de la manada me impedía escuchar con claridad. Fui presa del temor y de mi instinto de supervivencia. Corrí para dejar atrás a esas ¿máquinas? ¿Alienígenas? Era difícil saberlo pues solo se veían lo que parecía ser tentáculos y patas metálicas como agujas. Chibi comenzaba a cansarse, y pensé que lo mejor sería ocultarnos, pues tarde o temprano ambos nos quedaríamos sin fuerzas para seguir huyendo. 
-Puta madre, así que para esto eran las clases de Educación Física- pensé mientras intentaba recordar un buen lugar donde esconderse.

Chibi pedía a gritos que le explicara que sucedía, pero era difícil hacerlo entre tanta gente. Las escaleras se veían peligrosas con tanta gente empujándose para bajar, pero ni modos. No hay otra salida. Además, solo era un piso y nuestro escondite perfecto estaba justo debajo.

-¿A dónde me llevas?- fue lo último que escuché de Chibi antes de jalarla nuevamente. Enfrente de los Laboratorios de Mecánica se veían sillas y basura acumuladas, justo debajo del camino del piso de arriba. La piedra volcánica con sus formas caprichosas era el escondite ideal, además, mi lógica me decía que aquellas criaturas seguirían persiguiendo a la bola...

Después de unos 10, o tal vez 15 minutos parecía que no quedaba más gente dentro de la Facultad (al menos no gente viva) pero el ruido del metal contra el concreto se oía cada vez más cerca. La estúpida curiosidad me tentaba a asomarme para ver de cerca a esas cosas, pero Chibi frustraba mis intentos en cada ocasión. 
- El bebé patea mucho- me dijo con el afán de distraerme, pero aún así puse mi mano sobre su vientre, me agaché y le di un beso al tiempo que le decía "Ya bebé, todo estará bien, ningún puto alienígena te va a llevar..." 

Escuchamos como pasaban sobre nosotros, ya había oscurecido casi por completo y el clima de la época hacía que tembláramos, aunque es más probable que fuera el miedo. Pudimos ver a uno de ellos mientras se metía al edificio de Física. Parecían tener una especie de lámpara-escáner que iluminaba los pasillos mientras el ruido de sus patas nos indicaba que estaba buscando algo. Pensamos en huir, pues las criaturas infernales parecían moverse con lentitud, y en ninguna ocasión las vimos saltar de un piso a otro, trepar paredes, volar o ninguna de esas hazañas que las formas de vida extraterrestre suelen hacer en las películas.

Era como aquellas series, V o Falling Skies. Me preguntaba si los aliens estarían en otras partes del mundo. Queríamos saber si nuestros padres se encontraban vivos, si sabían de la invasión, pero en la puta Facultad nunca hay señal. A estas alturas era probable que las comunicaciones se vieran interrumpidas, pero preferimos seguir pensando que era culpa de Telcel. Al fin nos decidimos a salir, lo más gatunamente posible, cogimos algunas piedras, tubos y palos de sillas deshechas, -Algo es algo- pensé. 

Chibi decidió ponerse hoy esos zapatitos que hacen ruido cuando camina. Me quité los tenis e insistí en que se los pusiera, pues no podíamos arriesgarnos a ver si esas cosas tenían algo similar a nuestro sentido del oído. El pasto y las piedras me picaban los pies, pero traté de no mostrar dolor ante Chibi. Caminamos un par de metros y solté uno de los tubos, esa estúpida torpeza que me caracteriza podía costarnos la vida. Sin pensarlo le grité "¡Corre! ¡Corre maldita sea!" y la empujé antes de coger nuevamente el tubo. Una de las pocas criaturas que la hacían de centinelas en la Facultad debió haber escuchado la conmoción y la vimos acercarse. La luz-escáner nos envolvió y sin pensarlo lancé una piedra-misil en su dirección. Se oyó un golpe seco, como si su cuerpo fuera de tierra, pero la distracción nos dio tiempo de emprender la huida nuevamente.

Los pocos faroles parecían seguir funcionando, y el siempre solitario camino hacia el Metro mostraba señales de destrucción: las vallas de los institutos derrumbadas, los árboles caídos, los pocos coches que quedaban completamente destrozados, además de zapatos, suéteres, mochilas, gorras y demás prendas/accesorios por doquier. 
- A pesar de todo, la gente no es ta materialista - le dije a Chibi al tiempo que solté un gran "Jaja" con intención de aliviar el estrés. 

¿Y ahora? Seguramente el Metro no funcionaría, ya no habría micros ni autobuses en los paraderos, ¡ni siquiera un taxi seguro! La desolación daba miedo, pero insistí en caminar hacia el norte. Conforme avanzábamos el paisaje se veía menos aterrador, lo que de alguna forma nos dio fuerza para seguir.

-A ver si no nos asaltan- me dijo Chibi cuando vimos un grupo pequeño de gente junto a un poste de luz.

La verdad es que yo también lo pensé, pero no había de otra, era seguir adelante o regresar a enfrentarnos con las cosas malignas esas. 

-Disculpen, ¿saben qué carajo pasa aquí?- le dije al grupo de gente.
 Nos acercamos a más ellos solo para enterarnos que habían armado una sesión de rezos y alabanzas apocalípticas. Todos querían salvar sus almas, y nadie se molestó en contestarme. Chibi apretó mi mano, y no caminamos más de 5 metros cuando ese ruido, ese maldito ruido que traía la destrucción se volvió a escuchar. Aún se escuchaba lejos, pero parecía que los aliens al fin habían acabado con todos en CU y se movían para hacer lo mismo en todos lados.

-¿Sabes que te amo, verdad? - murmuré. 
Chibi solo apretó más mi mano, y volteó. Una clara señal de que las lágrimas comenzaban a fluir. Apreté también su mano y emprendimos el camino hacia el norte. A este ritmo deberíamos llegar a Zapata en unas 2 o 3 horas, pero mis pies comenzaban a alentarme. Chibi lo notó y me dijo - Toma tus tenis, al fin que prefiero que corras conmigo-. Me los volví a poner pero las heridas ya estaban ahí. Sonreí con amabilidad, a pesar de que el ruido se intensificaba y el dolor no cedía. -¿Quieres oír metal? Ya sabes, pa' relajarte- fue lo último que alcancé a decir antes de desmayarme.

Me despertó una gota, una gota que sabía salada, una lágrima seguramente. Seguíamos en el mismo lugar, y Chibi lloraba angustiada.
.¡No me espantes así!- me gritó, y me soltó una cachetada. La primera.

El ruido se oía muchísimo más cerca que antes, intenté incorporarme pero los pies no me dejaron. Le dije a Chibi que se volviera a poner los tenis, y con cara de disgusto lo hizo. El final era inevitable, el ruido siguió incrementándose y parecía que no era solo uno, sino varios de esos seres raros. Le dije a Chibi que corriera pero se negó. Cogimos algunos tubos y no nos quedaba de otra, teníamos que enfrentar a esas cosas. Todo pasó muy rápido. Antes de que nos diéramos cuenta estaban frente a nosotros. Eran 3. Me paré frente a ella pero rápidamente fuimos rodeados. Solo sentí como los tentáculos me lanzaron por el aire. Tomé algunas piedras de mis bolsillos, las lancé hacia el grupo para distraerlos, y lo conseguí. Vinieron hacia mi, y lo último que alcancé a decir fue "¡Corre! ¡Y cuida al bebé!"...
Todos tenemos pesadillas, algunos más que otros, y algunos con más intensidad que otros. De ahora en adelante, este sitio estará dedicado a recordar aquellas pesadillas que nos hicieron despertar exaltados, sudando, gritando, llorando. Desde el Apocalipsis Zombie, a las innumerables invasiones extraterrestres, desde las visitas de los muertos hasta el fin de los tiempos. Todas esas locuras para que también tengas pesadillas narradas como si fueran cuentos cortos, a ver si el formato es el adecuado.

Si crees que estás listo, adelante. 

Sé bienvenido a nuestras Pesadillas en Espacios N-Dimensionales.