Zombies I

El Metro lleno como siempre, pero como suelo decir, por $3.00 no puedo quejarme. A pesar de que ya son más de las 9 de la noche, ¿de dónde sale tanta maldita gente? "En Oaxaca a estas horas la mayoría de las calles ya están vacías", suelo decirme mientras me acostumbro a la vida de la gran Ciudad de México. Mientras, sigo abrazando a Chibi que aunque muere de calor no se queja.

-¿En dónde estamos? -  me pregunta con cara de desesperación, y gotas de sudor en la frente.
-¿Te digo?- pensando en que se enojará cuando lo haga, -apenas venimos por Etiopía-.
-¿¡Apenas!?- exclama pensando en que pronto se desmayará, pero aún así me abraza nuevamente.

El Metro avanza con lentitud, y la gente imprudente como siempre entra a empujones antes de que salgan todos los que tienen que salir en cada estación. "Como son brutos" sigo pensando mientras hago un esfuerzo ultrahumano para que Chibi no sea aplastada entre la puerta y la bola. Los letreros son muy claros, "Permita la salida antes de entrar" se lee en todas las puertas de los vagones.

-Mira, si pones la frente en el vidrio de la puerta a lo mejor se te quita el calor- le digo a Chibi en un esfuerzo por distraerla y aliviar el calor que se ve la está matando. -Anda, voltéate- insisto.
Nos vamos un buen rato con las frentes pegadas al vidrio, pues realmente sirve para aliviar el infierno que se vive en el Metro con dirección Indios Verdes por las noches. Después de unos 15 minutos ¡apenas vamos en Niños Héroes!

Mientras se oye el ruidito que anuncia que las puertas se cerrarán próximamente le insito a Chibi para que ponga atención, pues entre Niños Héroes y Balderas siempre se pueden ver tres carriles y los túneles que conectan las líneas.

-¿Para qué servirá el carril del medio? - le pregunto a Chibi que rápidamente despega su cara del vidrio pensando en una respuesta razonable.
-Quien sabe... - responde con una sonrisa amable, de esas que me gustan. Y voltea nuevamente.

Seguimos con las frentes pegadas al vidrio viendo como pasan las pocas lámparas, los tubos y los cables que siempre están visibles en el túnel. Se acerca la parte de los 3 carriles, y de pronto algo como un cuerpo humano semi-erguido se observa.

-¿Viste eso?- dijimos asombrados al unísono. 
-No mames, seguro era un zombie- le digo de broma, pensando en que fue un bulto o algo parecido que con la velocidad se asemejó a un cuerpo.
-¿Un zombie? ¡Miedo! - contesta Chibi, tomando en serio mis bromas, como suele hacerlo, o tal vez solo siguiéndome la corriente.
Pero cuando el Metro frena intempestivamente, nos miramos fijamente con una risa nerviosa, pensando en aquella posibilidad.

Se oye una voz que indica que esperemos indicaciones pues el Metro no reanudará su recorrido habitual. Parece que algo (o alguien...) se encuentra bloqueando el túnel y tendremos que bajar y caminar en la oscuridad hasta Balderas. Ahora sí estamos asustados. No es que la oscuridad nos provoque miedo, pero la imagen del cuerpo con forma humanoide que vimos antes sigue apareciendo en nuestro pensamiento. Desearía ser Milla Jovovich en estos momentos.

Pasan los segundos y nada, ni un puto aviso, la gente se comienza a desesperar, el calor se acentúa. Algunos tienen prisa, otros están cansados, otros más histéricos comienzan a pensar en accidentes, unos más calmados en problemas técnicos. Se oyen los murmullos de todos, y cuando menos lo esperamos, se va la luz.

-Ayúdame a intentar abrir las puertas de este lado- me dice un chavo que venía a mi lado.
Realmente su idea no sonó tan descabellada, al menos en el túnel no moriríamos asados tan rápido. Pronto la gente alrededor se da cuenta de nuestro esfuerzo y se solidariza. En todo el vagón hay personas intentado abrir las puertas, otros más golpean las ventilas con la esperanza de que se abran, otros más nos echan porras. Alumbran con sus celulares por todos lados, y en momentos como este cómo extrañamos a los vendedores ambulantes con sus lamparitas de a $5.

-Puta madre, sí que es seguro viajar en Metro, estas pinches puertas no se abrirían ni a putazos- le digo al chavo desconocido intentado hacer la plática (algo bastante inusual en mí, seguro eran los nervios).
-Jajaja, ¿sí, verdad? Es como si las pocas cosas que se hacen bien en este país conspiraran en nuestra contra - me contesta mientras vuelve a empujar la puerta que no cede.

La luz regresa repentinamente y la vocecita nos dice que no intentemos abrir las puertas, pues parece que la ayuda viene en camino. "¡Ya era hora!", "¡Menos mal!", "¡Aleluya!" y muchas otras frases se escuchan. Pasan los segundos, y la vocecita nos dice que personal calificado estará pronto en cada vagón para instalar las escaleritas y ayudarnos a bajar al túnel. Todos nos miramos unos a otros con caras de alegría y siento cierto alivio, pues parece que los zombies no son una opción hoy.

Después de unos minutos todos seguimos ilusionados y acalorados pero ansiosos por que la ayuda ya viene. Se siente un golpe en el Metro, y todos sonreímos, pues es posible que las puertas se estén abriendo y la gente esté bajando. Pero el ruido fue más como un golpe, y cesó instantáneamente. Un valiente se asoma por la ventana, alumbra con su celular y comienza a gritar.

-¿Qué carajo está pasando?- le replica la señora que venía sentada junto a él, -¿por qué gritas así? ¿Pasa algo malo?-
El pobre tipo está blanco de miedo y lo único que alcanza a decirnos es que no abramos la puerta.
Muy tarde, el conductor parece tener la instrucción para abrirlas ya.
Antes de ser aplastados por la bola que quiere bajarse, le digo al chavo que comencemos a ayudar a que bajen las mujeres y los niños. Él asiente con cara de héroe, y es probable que yo haya tenido una cara similar. Les gritamos a todos nuestro plan y rápidamente descendemos del Metro, la hacemos de escaleras humanas.

Chibi es de las primeras que bajan, e intenta alumbrar con su celular nuestra hazaña heroica. Desde arriba los demás hombres que viajaban con nosotros nos ayudan a bajar a las mujeres, a los niños, y los adultos mayores. Todo sucede rápido, y en los demás vagones comienza acciones similares. Un grito con eco se escucha a lo lejos, como proveniente de los últimos vagones. Todos volteamos rápidamente y lo único que alcanzamos a ver es a un tipo corriendo hacia acá.

Chibi me dice que vayamos a ver quien es y para saber qué sucede, y les pedimos a los demás que se calmen y se queden ahí. Pronto descubrimos por qué el grito. El pobre tipo tiene una corbatita del STC con su logo del Metro, pero viene cubierto de sangre de pies a cabeza. No muestra señales de dolor por lo que intuimos que la sangre no es suya. Balbucea cosas sin sentido, ¿personal atacado? ¿cosas en el túnel? ¿pánico en Niños Héroes? ¿avisos de quedarnos en los vagones? ¿posible ataque terrorista?

De algo sirve ver tantas películas como Resident Evil, o series como Highschool of the Dead, o programas en el Discovery Channel con guías de supervivencia. Tengo alguna idea de qué hacer en caso de un ataque con químicos o con terroristas (o con zombies, en el peor de los casos). Pero hay demasiada gente y será imposible controlar el pánico. El tipo del STC corre a avisar al conductor, pero la electricidad vuelve a fallar. Las mujeres son las primeras en gritar (o las que se escuchan más) y el pánico se desata en las tinieblas.

Todos corren para donde pueden, algunos optan por treparse de nuevo a los vagones, Chibi y yo simplemente nos quedamos observando lejos del tránsito de personas. Algunos corrieron hacia Balderas, y una cantidad igual corrió hacía Niños Héroes. Le digo a Chibi que lo mejor es esperar, pues si fuera un ataque químico ya estaríamos muertos, y si son terroristas pues moriremos más rápido si corremos hacia ellos. El tipo del Metro, exhausto por su larga caminata se queda tirado frente a  nosotros y nos dice que las cosas vinieron de los túneles que conectan las líneas. Parece que todo comenzó en la línea 1, posiblemente en Pino Suárez o en Balderas.

-¿Por qué no avisaron antes?- es mi reacción inicial.
-Porque nadie se dio cuenta...-
-¿Nadie?-
-Bueno, un hombre como de 40 años se botó a las vías en Pino Suárez y fue arrollado. Casi al mismo tiempo una mujer se suicido igual en Balderas-
-¿Y luego?
-Y luego nada, se interrumpió el servicio, se desalojaron los vagones, se corto la luz un par de veces, se iniciaron las laboras de rescate de los cuerpos. Eso lleva tiempo, ¿sabes?-
-Me imagino que sí... Pero, ¿eso qué tiene que ver?-
-Pues, cuando levantaron el cuerpo hallaron una especie de salpullido en las víctimas. Si hubiera sido uno solo lo pudimos haber tomado como una enfermedad, pero dos personas con iguales síntomas ya no es coincidencia-
-Disculpe mi rudeza, pero ¿eso qué tiene ver?-
-Analizamos los videos de seguridad y ambas víctimas parecían haber tenido un ataque de tos, seguido de vómito momentos antes de botarse, yo estaba encargado del control de esas estaciones cuando sucedió. Me tocó ir a ver los videos, y ver el levantamiento de los cuerpos. Fue ahí donde comenzó-
-¿Comenzó qué?-
-El Apocalipsis-
-Mta madre, ¿ahora me va a salir profeta usted o qué chingados?-
-Mira, soy católico de toda la vida, y vi un maldito muerto levantarse, para mí no existe duda, es el Apocalipsis.-

Mi cara entonces pensó en una entrada de la Wikipedia: "El Apocalipsis Zombi", y el tipo pareció aliviado cuando vio mi cara de miedo, pues obviamente le creí.

-Ordené a los polis que dispararan contra él- siguió contando - pero ni un millón de plomazos lo hubieran parado. Fue ahí donde corrí a la estación de control pero nadie creyó mi historia. Tuve que mostrar los videos en tiempo real para que me creyeran. Aunque la verdad no los culpo, ni yo creo lo que pasó... Nomás le dijimos a la gente por los altavoces que desalojara la estación, aunque después de oír los disparos seguro ya no quedaba mucha...-

El pobre tipo se veía cansado, le ofrecí un poco de agua que aún cargaba en la mochila que rápidamente aceptó. Luego me acordé de los cientos de personas que habían corrido a enfrentar un destino similar. Parecía ser que alguien acaba de botarse a las vías en Juárez, y por eso nuestro tren se había detenido. Mi mente se congeló y no se me ocurría nada bueno, Chibi me veía con ganas de llorar y gritar y me limité a abrazarla. Lo único que había en las mochilas eran cuadernos, ni siquiera una puta sombrilla.

El tipo nos invitó a buscar al personal que había sido atacado, pues parecía que los muertos tardaban unos 15 minutos en reanimarse. Si los cálculos no fallaban aún teníamos unos 5 minutos antes de que ellos se despertaran a atacarnos. Se nos dijo que el personal cargaba macanas, y que era probable que hubieran mandado al menos a un policía armado para ayudar en las labores.

-¿Cuánta gente murió en Balderas?- le preguntamos.
-Pues de entrada, los 2 paramédicos, los 2 del MP, el poli y unas señora que andaba ahí de chismosas, como unas 8 o 9 gentes- me dijo con unos cálculos burdos.
Las escenas de todo lo que sabía de zombies se unieron en mi mente. "Es imposible que sea menos de 20" pensé mientras pensaba en los muertos de las estaciones Juárez y Pino Suárez. Eso si no habían ocurrido muertes en otras estaciones del Metro, Metrobús y mil lugares concurridos más. Algo debía haber desatado la zombieficación. ¿Un virus? ¿Una bacteria? ¿O simplemente era el Apocalipsis como lo comentó el tipo?

Me negué a creer que se trataba del Apocalipsis, pues iba en contra de mis creencias, aunque nunca creí que los zombies llegaran algún día así que... Lo consideré. Mi celular marcaba las 9:52PM, y no había señal. Corrimos hacia el túnel de conexión y luego vimos los cuerpos. Nunca había visto muertos tan sangrientos de cerca. No era necesario nada más que quitarle las macanas y ver si los polis cargan pistolas.

-Apunte a la cabeza- le dije al tipo cuando encontró la pistola de uno de los polis.
-¿A la cabeza?- preguntó confundido, seguramente pensado como sabía que eso funcionaría.
-Usted confíe, y no lo dude-.
El tipo asintió con la cabeza mientras checaba la hora: 10:02, mejor nos echábamos a correr de nuevo hacia el tren. Me extrañó no ver gente que regresara con nosotros y pensé que ya estarían muertos, o la habían librado. De cualquier forma, no había tiempo para volverme a preocupar por la gente, tenía que sacar a Chibi de este lugar tenebroso. Intentamos caminar hacia Balderas, pero un par de cuerpos lentos nos detuvieron. El tipo me explicó rápidamente como usar un arma de esas.

-Mi papá, que en paz descanse, era poli- se atrevió a decirme, -era de los buenos, cuando no había tanta gente corrrupta-.
-Menos mal, si no estaríamos perdidos. Agradézcale de nuestra parte-.
Y antes de que me pudiera contestar le disparé a una de esas cosas. El primer disparo no dio en la cabeza, pero me sentí como en un videojuego, era cuestión de agarrarle el truco. El segundo dio justo en el blanco, y el cuerpo cayó como tronco. Tal vez no debí sonreír, pues Chibi me vio con cara de susto.

-Perdón amor, creo que me dejé llevar- le dije intentado ocultar mi satisfacción mezclado con placer de haberle dado en su madre a uno de esos.
-No te preocupes, parecías personaje de un anime, eso da miedo- me dijo media convencida.
-¿Ya le agarro el truco, don?- le dije al tipo del STC, quien asintió con la cabeza y apuntando al segundo. En un instante, el otro cuerpo también se desplomó. Con algo de confianza recuperada (tal vez demasiada) seguimos nuestro recorrido largo hacia Balderas.

-Ni modos chavos, a seguirle- nos dice el tipo, del que aún desconocemos su nombre.
-Sí así es, por cierto, ¿cómo se llama?-
-Gualberto Ramírez, para servirles-
-OK, señor Gualberto, ¿qué sugiere qué hagamos?- le dice Chibi mientras sigue caminando y observando.
-Miren, quiero ir a la Jefatura de Estación, a ver si quedan vivos, y de paso a checar los videos no vaya a ser que estas cosas nos agarren de sorpresa-
-Está bien, usted guíenos-  le digo justo antes de escuchar el ruido como de un zapato pisando un charco.
Ahí viene otro de ellos, pisando su propia sangre mientras se levanta. Chibi me dice que quiere dispararle a uno de ellos y sin dudarlo le cedo el arma. Me sorprende la habilidad que tiene, pues al primer tiro le da justo entre los ojos. Una  extraña expresión de satisfacción se forma en su rostro.

Antes de seguir revisamos a los polis caídos sirviendo a su patria que deben tener más municiones. Estamos ya en la correspondencia con la línea 1. Nos topamos con algunos cartuchos nuevos, otro par de armas y otras dos macanas. La mochila se hace más pesada, pero sin duda no me arrepentiré de cargarla esta vez. No nos sorprende llegar a la Jefatura y que ya no haya nadie, y don Gualberto se muestra feliz de que sus compañeros hayan podido escapar. Los videos de seguridad muestran la misma escena que él ya había visto, la tos, el vómito y el suicidio. "¿Será un virus?" sigo preguntándome, pues es una de las razones más creíbles, a parte de las esporas del Evento de Tunguska y los experimentos rusos. "Luck. Runs. Out... ...Hunt you down all nightmare loooong" voy cantando en mi mente, intentando distraerme y pensando en teorías extrañas sobre lo que está sucediendo. Las entradas y salidas de la estación están cerradas.

No queremos volver al túnel, pero mucho menos quedarnos aquí.
-Ya que estamos en el fin del mundo, ¿importará violar la ley?- le digo a don Gualberto en tono bromista.
-Al carajo la ley- me dice, -¿por qué la pregunta, m'ijo?-
-Es que ya me dio hambre, y por aquí hay uno de esos expendios de Bimbo, ¿no?-
Ambos me miran como con extrañeza, pero no tardan en escuchar sus tripas. Vamos a buscar algo de comer, y de beber. Esto de matar no-muertos es agotador.

Como si tuviéramos experiencia en saqueos, no tardamos más de 5 minutos en tirar la cortina metálica del expendio, e irrumpir en una fuente de sodas vecina. Nos tuvimos que desviar un poco del túnel, y acercarnos más a lo que pudo haber sido la zona cero. El primer infectado pudo haber estado aquí, hasta donde sabemos. Los escalofríos no tardan en sentirse, y con una señal les comunico que es mejor que nos vayamos de vuelta.

Al volver al túnel tres cuerpos deambulan en las vías. Uno de ellos cae, y los otros atraídos por el sonido lo siguen.
-Es nuestra oportunidad- nos dice Chibi apuntando a los zombies mientras buscamos las escaleras para bajar.
-Traten de no hacer ruido, porque si la ficción no miente, son ciegos y solo responden a sonidos- añado.
La torpeza de tan extrañas criaturas nos provee de tiempo para pasar al lado de ellos sin que lo noten, y una vez que nos encontramos del otro lado, lanzamos una piedra contra las vías para que la sigan, como perros.

El túnel se encuentra iluminado y es posible que ya no encontremos a ninguna persona viva por aquí.
-Ojalá que las otras estaciones estén abiertas- dice Chibi mientras sujeta mi mano, y guarda la pistola en su mochila.
-Ojalá- decimos don Gualberto y yo.
Después de un buen rato ya estamos en Juárez. Esta vez podemos ver el tren que seguramente atropelló a uno de los infectados, y al subir al andén las huellas de sangre, las camillas y los casquillos percutidos  nos confirman la idea. La ausencia de cuerpos nos dice que ya deben andar por ahí, y el ruido que proviene de uno de los vagones nos distrae completamente. Es uno de ellos deambulando en un vagón, y Chibi no pierde la oportunidad de mejorar su puntería. Un tiro y no quedan más. Al menos no cerca.

Siempre que maten a un zombie, lo mejor es moverse inmediatamente, pues parece que el ruido de los disparos (o golpes) los atrae. Nos quedamos revisando por más municiones, y sin darnos cuenta la salida más cercana ya se encontraba repleta de ellos. Los nervios nos apresan y nuestra puntería se ve perjudicada. Toma al menos 3 disparos derribar a uno en estas condiciones. Los cartuchos se terminan pero no hay tiempo para clases de manejo de armas, así que cada quien se las arregla como puede.
-Ni modo chavos- nos dice don Gualberto -hasta aquí llegué-.
-¿Qué dice, don? No se vaya a dar el tiro de gracia...- le contesto en broma, pero preocupado por su comentario.
-Ni madres, pero es momento de ser el héroe de la película, ustedes están jóvenes y pues yo ya tuve familia, sigan con sus vidas- dice antes de acercarse a ellos y hacer la mayor cantidad de ruido posible mientras corre del otro lado del túnel.
Las lágrimas nos invaden, pero no podíamos dejar que el sacrificio fuera en vano. Lentamente nos movemos hacia la salida, que ésta vez parece estar abierta.

-Si tenemos un hijo, le ponemos Gualberto, como señal de respeto- le digo a Chibi mientras subimos las escaleras y vamos saliendo de la estación.
-Ni los vagabundos son pendejos- dice Chibi cuando nota su clara ausencia a las afueras de  la estación. Solo una leve sonrisa se forma en mi rostro, pues la verdad es que el paisaje no es nada alentador. La nueva estación del Metrobús ya está cerrada, hay un par de coches accidentados en los semáforos, el concierto de hoy se suspendió en el Teatro Metropolitan y caminar hacia Juárez revela lo peor.

En la Alameda ya están rondando algunos seres, y no se ve señal alguna de vida. El Hotel Hilton se ve desalojado, y parece que tengo un déjà vu: por aquí pasó la primera Zombie Walk... Que ironía. Al menos se ve que los zombies no tienen un líder que lanza gritos en el Hemiciclo a Juárez... Sin saber que hacer, decidimos saquear un 7-Eleven que queda de paso. "Pues para que lo dejan abierto" pienso al momento que robamos algunas provisiones para al menos un par de días. Sus computadoras no tienen un bien sistema, por lo que rápidamente reviso un par de mapas en Internet: el Walmart más cercano (Walmart Buenavista), y las tienda de armas más cercanas (todas en el Centro, sobre Carmen, Soledad y Corregidora).

Ya es tarde, el cansancio se hace presente y nos aventuramos a las tiendas de armas primero, no sin antes revisar bien el mecanismo para cambiar el cartucho de las pistolas. Nunca antes había sentido tanto miedo de andar en el Centro a estas horas, ni siquiera cuando el DF era más inseguro, pero tenemos que seguir esperando no encontrarnos con más zombies o con grupos de sobrevivientes radicales. No queremos ser parte de ninguna ridícula resistencia. El camino no se hace tan largo cuando tienes miedo, y se ve que no somos los únicos en tener estas ideas. Las tiendas ya están todas medias saqueadas y lo único que quedan son escopetas, rifles y armas de perdigones. Todas las armas cortas ya no están. Ni modos.

A cargar con al menos otros 3 pares de armas, y buscar las municiones adecuadas nos lleva otros 20 minutos. Y casi es media noche, los celulares siguen sin señal, pero al menos el alumbrado público sigue funcionando. Tardaremos al menos otra hora en llegar hasta el Walmart, así que optamos por meternos a algún hotel de por aquí. Tengo buenas experiencias del Hotel Principal así que para allá nos dirigimos. Hay un restaurante en ese hotel así que deberíamos hallar otro poco de provisiones. Mucha gente a su huida olvidó dejar su llave en el lobby, o quizás aún estén ahí. Nos conformamos con una habitación doble, con vista a la calle. Cerramos la puerta del hotel y apagamos las luces antes de subir al elevador hacia nuestra habitación.

Parece que hay gente todavía aquí, pero no los molestaremos, a las 6 de la mañana ya nos habremos ido si es que queremos encontrar algo útil en Walmart. Nos aseguramos de utilizar una de las camas como refuerzo para la puerta. A pesar de que creíamos que sería difícil conciliar el sueño, sin darnos cuenta nos quedamos dormidos. Y nunca despertamos.

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